Por Oscar Henríquez Arriagada
Hace recién un par de semanas la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura presentó al Consejo Nacional de Pesca, las 50 líneas generales de la anunciada nueva ley de pesca. En ese momento, quienes estaban presentes, se mostraron sorprendidos por la manera en la cual se presentaron estas piedras angulares. En concreto, más que su contenido, confuso y poco consistente en su mayoría, fue la forma en la cual se resumieron estas importantes ideas, reduciéndolas a temas generales, slogans facilistas, términos técnicos inconsistentes e ideas difusas de los principales contenidos de la futura norma.
La ventana Overton es una teoría que representa un ideario aceptable por el público como una ventana estrecha, afirmando que la viabilidad política de una idea, se define principalmente por este hecho, antes que por las preferencias individuales de los políticos. Para cada momento, esta «ventana» incluye un rango de políticas aceptables de acuerdo con el clima de la opinión pública, que un político puede recomendar sin ser considerado demasiado extremista.
¿Y por qué este concepto lo podemos relacionar hoy con las 50 líneas generales de la ley de pesca? Porque sin duda esta presentación, a pesar de tener definiciones que en el papel pueden sonar muy elocuentes y de sentido común, tienen trasfondos que son altamente preocupantes para el sector pesquero.
Ilustraremos sólo dos puntos:
El primero, es la creación de un fraccionamiento mediante criterios científicos. El fraccionamiento en sí, por definición, es una política pública y como tal una decisión política, que no tiene por qué tener sustento científico, sino que más bien es un acuerdo de cómo se debe priorizar el desarrollo pesquero en el país. Un claro ejemplo es que en el proceso de aprobación de la manoseada Ley Longueira, fue precisamente el fraccionamiento, la moneda de cambio para permitir la rápida aprobación por parte de los distintos sectores. Eso no es un misterio para nadie, incluso hay actas escritas.
El segundo, es el solapado cambio en los objetivos de manejo para desarrollar las pesquerías. Indicar que el rendimiento máximo sostenible va a ser un límite y no el objetivo de manejo significa que todo objetivo nuevo deberá estar por debajo de éste. ¿Y qué nos dice la santa FAO al respecto?, que la alternativa es el MAXIMO RENDIMIENTO ECONÓMICO (MRE), que de acuerdo con la definición establecida por este mismo organismo es “igual a la renta máxima del recurso y se obtiene cuando el producto marginal del esfuerzo es igual al costo marginal del esfuerzo. El MRE se realiza a un nivel de esfuerzo pesquero que es inferior al que produce el RMS”.
Lo anterior, necesariamente conlleva, a sabiendas, una reducción notoria de las pesquerías. Ello, porque a pesar de que se modifique el fraccionamiento en favor del sector artesanal, tal como ocurrió en la negociación de la ley anterior, se quedarán finalmente con un pedazo más grande, pero de una torta más chica.
Pero entonces, ¿cómo la ventana de Overton explica esta primera aproximación a la “nueva ley de pesca”? Simple: prepara el ambiente para una modificación – no una nueva ley – que generará en un futuro más cercano que distante, una disminución notoria en la capacidad pesquera de nuestro país.
Este énfasis y línea argumental, es absolutamente consistente con lo que muchas ONGs ambientalistas hoy (y desde bastante tiempo) promueven el desarrollo pesquero de Chile, pero plantea un punto radicalmente opuesto a lo que el sector pesquero en sí desea para su desarrollo. ¿Coincidencia? No lo sé, pero como decía Marcus Burnett en Bad Boys, (personificado por Will Smith), “solo tienes que seguir al blanco millonario”.
Es por ello que plantar ideas radicales de una manera somera, puede propiciar el ambiente necesario para que esas mismas medidas primero generen rechazo y asombro, luego sean toleradas, normalizadas y finalmente aceptadas por los actores principales de esta. Y esta es la mejor manera de introducir cambios radicales dentro de una política pública, en un sector que es altamente volátil y susceptible, y cuya administración requiere de un alto nivel técnico y de un nivel de comprensión del medio que no es fácil de encontrar hoy en día.
Más que una ley de pesca, hoy necesitamos un traductor que nos diga que hay entre líneas y finalmente quien realmente está definiendo el futuro de la pesca en nuestro país. Quien realmente mueve los hilos.
Sobre el autor:
Oscar E. Henríquez Arriagada es Biólogo Marino, con mención en pesquerías, con más de 15 años de experiencia trabajando con pescadores artesanales. Fue director zonal de Pesca de las regiones de Ñuble y Biobio, Secretario ejecutivo de los 8 comités científicos pesqueros y comisionado para el tratado internacional de subsidios a la pesca, en la OMC, Ginebra, Suiza.